Las directoras de orquesta infantiles

Como afirma la musicóloga y directora de orquesta J. Michele Edwards, la dirección de orquesta “sigue siendo ‘el último bastión masculino’ en la vida musical”. Las mujeres son una ínfima minoría en este campo y se enfrentan, todavía, a un gran nombre de prejuicios. Las primeras directoras de orquestas sinfónicas aparecieron en los años 1920. Nombres conocidos incluyen Ethel Leginska (1886-1970), Frédérique Petrides (1903-1983) y Nadia Boulanger (1887-1979), las más exitosa y hermana de la niña prodigio de la composición Lili Boulanger, que falleció prematuramente.

Con excepción de Boulanger, la mayoría dirigieron únicamente orquestas femeninas, que eran mucho menos prestigiosas que las orquestas de las grandes salas de conciertos, formadas en exclusiva por hombres hasta la Segunda Guerra Mundial, conflicto que favoreció la incorporación de intérpretes femeninas en las grandes orquestas ante la movilización militar de los hombres.

Los primeros casos de directoras de orquesta ayudaron a la emergencia de niñas prodigio en este ámbito. Como hemos comentado en otras entradas, el niño prodigio director de orquesta es un fenómeno cultural que emergió con fuerza a principios del siglo XX, con casos como el de Willy Ferrero (1906-1954), y tuvo su momento álgido a finales de los años 1940 y principios de los 50, con prodigios como Roberto Benzi (1937-). 

Al igual que la figura de la directora de orquesta, la niña prodigio escaseó en este campo y sufrió más prejuicios y dificultades que sus homólogos masculinos. Entre los primeros casos documentados hallamos el de Josette Trichet (1920-?), una niña francesa de seis años que dirigió una orquesta de 100 músicos en el auditorio de la Sorbona, en París, ante un público formado por 2.000 personas —tocaron la Obertura Egmont de Beethoven. Su padre, músico y director de una asociación musical, la inició en la dirección con un conjunto de 30 músicos aficionados.

Un caso que se hizo más conocido fue el de una niña rusa llamada Margaret Heifetz (1924-?), que dirigió a los nueve años la Orquesta Sinfónica de Moscú durante la Sinfonía nº 5 de Beethoven y “Scheherazade” de Rimski-Korssakov. Al igual que Trichet y otros niños directores de orquesta, en un inicio fue instruida por su padre y luego se convirtió en alumna del Conservatorio de Leningrado. Aun así, las actuaciones de Trichet y Heifetz fueron puntuales y no desarrollaron una carrera infantil en este ámbito.

La primera niña directora de orquesta que triunfó mundialmente, y que dedicó su infancia y buena parte de su juventud a la dirección, fue la italiana Giannella de Marco (1943-2010). Era hija de una cantante lírica y de un ingeniero amante de la música. Una noche, su padre entró en su habitación y la encontró, a la tierna edad de tres años, llevando dirigiendo una orquesta imaginaria con la sinfonía de Bach que sonaba en la radio. En diciembre de 1948, tras un entrenamiento intensivo de varios meses, De Marco debutó a los cuatro años y medio con la orquesta de Pescara ante un público de 2.000 personas, dirigiendo de memoria obras de Verdi, Bellini y Mascagni. Después vino Roma, una audiencia con el Papa, y su debut internacional seis meses después en Barcelona, al mismo tiempo que el prodigio de la dirección Roberto Benzi y con la misma orquesta. Sin embargo, mientras Benzi dirigió en el majestuoso Palau de la Música, De Marco lo hizo en el Palacio de Windsor, una sala de cine, lo que demostraba la diferencia de estatus.

En los años siguientes, ella y su familia recorrieron Europa y Sudamérica. Entre los seis y los ocho años pudo dirigir conjuntos emblemáticos exclusivamente masculinos, como la Orquesta Filarmónica de Londres y la Lamoureux de París, a veces incluso antes de que una mujer hubiera tenido la oportunidad de dirigirlos. Su fama la convirtió en uno de los niños proidigio más célebres en el ámbito musical, despertando pasiones y admiración allí donde fuera.

Ahora bien, cuanto más creció, más dificultades encontró en la dirección de orquesta. En 1958, cuando De Marco tenía 14 años, se produjo un importante desencuentro con la orquesta de la Ópera de Río de Janeiro. Según los músicos, De Marco había “humillado” al conjunto (dominado por hombres) con sus exigencias por repetir un pasaje más de sesenta veces. Argumentaron que en 1953, cuando De Marco tenía 10 años, ya habían aceptado actuar bajo su dirección y la habían “ayudado”, pero que esta vez había demostrado que “carecía de la autoridad necesaria para dirigir”. 

Este era el comentario más típico que recibían las directoras de orquesta para ser refutadas. Claramente, los encantos de la niña prodigio se desvanecieron poco a poco a medida que De Marco se convertía en mujer. Siguió dirigiendo hasta la edad de 22 años, hasta su maternidad. Desde entonces se volcó en la docencia del piano en prestigiosos conservatorios italianos y solo dirigió orquestas de forma muy puntual durante la edad adulta. 

Si bien algunos niños prodigio de la dirección, como Lorin Maazel, Roberto Benzi y Piero Gamba, lograron superar (no sin dificultades) su carrera infantil y continuaron con la dirección de orquesta de adultos, convirtiéndose en reconocidos directores, ninguna niña logró tal hazaña. A las grandes dificultades que ya de por sí existían para lograr consolidar una carrera en la dirección de orquesta, las diferencias de género añadieron (y añaden) una dificultad a veces insuperable.

Saber más:

• Jeanice Brooks. “Noble et grande servante de la musique: Telling the Story of Nadia Boulanger’s Career,” The Journal of Musicology 14(1) (1996): 92-116
• Laura Hamer, “On the Podium: Women Conductors,” in The Cambridge Companion to Women in Music, Laura Hamer, ed., (Cambridge: Cambridge University Press, 2021), 64-79. 
• Rosa Iniesta Masmano, “Directoras de orquesta: práctica y desarrollo del Liderazgo,” TRANS-Revista Transcultural de Música 15 (2011): 1-31.
• J. Michele Edwards, “Women on the Podium,” en The Cambridge Companion to Conducting, José Antonio Bowen, ed. (Cambridge: Cambridge University Press, 2003), 220-236

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