El primer prodigio del tenis: Suzanne Lenglen

La reciente victoria de Carlos Alcaraz, de tan solo 19 años, en el torneo US Open 2022, ha vuelto a situar la palabra “prodigio” como un apelativo de moda para describir jóvenes atletas. Hace ya tiempo que la prensa internacional se refiere a Alcaraz como a un joven prodigio que, sin ser ya un niño, ha logrado una gran hazaña a una edad muy precoz con respecto a sus competidores.

Desde finales del siglo XIX el apelativo prodigio se convirtió en una constante para referirse a atletas entre los 13 y los 19 años que destacaban en distintos ámbitos, desde el ciclismo hasta el boxeo. Como ejemplos podemos citar al ciclista Jimmy Michael (1877-1904), quien batió varios récords antes de cumplir los 18, o el boxeador Fred Bretonnel (1905-1928), campeón de Francia en 1924. 

Con respecto al tenis, el primer prodigio no fue un niño sino una niña, la francesa Suzanne Lenglen (1899-1938). La segunda pista más grande del estadio de Roland-Garros lleva su nombre en su honor. Lenglen nació en París dentro de una familia acomodada. Desde sus inicios a mediados del siglo XIX, la práctica del tenis estuvo ligado a las clases altas y, a diferencia de otros deportes, también era practicado por mujeres. Fue en 1911, poco antes de cumplir los 12 años, que el padre de Suzanne le regaló una raqueta para que pudiera jugar en la pista de tenis de tierra batida que la familia poseía en una casa de campo. Al cabo de poco, su padre remarcó su talento por este deporte y empezó a entrenarla. Ese mismo año, Lenglen disputó su primer torneo, llegando hasta la final e imponiéndose como campeona en varios torneos regionales entre 1912 y 1913.

El primer gran año de gloria de Suzanne Lenglen fue 1914, cuando la invitaron a participar (y ganó) en el campeonato del mundo en pista de tierra batida con tan solo 15 años, en el estadio de Saint-Cloud en la periferia de París. Contra todo pronóstico, se alzó con el título al superar en la final a Germaine Golding (1877-1973), doce años mayor que ella. 

La prensa no escatimó en elogios: “la campeona de quince años es verdaderamente un prodigio: vigorosa, infatigable, alerta”, escribía Le Matin; “es ante casi una niña, que las mejores raquetas del mundo deben inclinarse, derrotadas“, prodigaba L’Intransigeant.

La primera guerra mundial detuvo las competiciones deportivas, pero Lenglen continuó entrenándose. En este sentido, durante sus años como niña prodigio no pudo acumular más títulos. En 1919, reanudados los torneos, se proclamó campeona de Wimbledon con 20 años recién cumplidos. La proeza la realizó frente a la última campeona del torneo, Dorothea Douglass, una rival que le doblaba la edad y con mucha más experiencia en un terreno de césped, al cual Lenglen estaba menos habituada.

Desde entonces repitió el triunfo cinco veces en Wimbledon, cuatro veces en los mundiales de tierra batida, y ganó tres medallas olímpicas. En total, ganó 241 torneos, entre simples, dobles y dobles mixtos. Un palmarés que le valdría el sobrenombre de “La Divine” (La Divina). 

Se podría decir que con la llegada de Lenglen el tenis femenino abandonó el amateurismo y empezó a profesionalizarse. Además de convertirse en la primera jugadora profesional, Lenglen sería recordada por algunas de sus extravagancias, como beber coñac entre sets, costumbre que adquirió en la final de 1919 en Wimbledon, en un momento en que iba perdiendo y su padre le dijo que tomara unos sorbos de alcohol. También revolucionó la vestimenta dentro del tenis femenino. Escandalizó parte del público de la época al ser la primera en no usar medias y mostrar sus piernas y brazos desnudos al jugar, o al deshacerse del corsé, sin duda un impedimento para el rendimiento deportivo.

Retirada de las pistas en 1928, intentó despertar la vocación de las niñas por el tenis al abrir una escuela de este deporte. Lamentablemente, murió prematuramente en 1938, antes de cumplir los 40 años, a causa de una leucemia.

Saber más:

• Clerici, Gianni. (2021). Suzanne Lenglen: La Divine. Viviane Hamy.

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