Haruo Shimada, el pintor prodigio nipón

El fenómeno de los niños prodigio puede trazarse a lo largo de todos los continentes. A pesar de que los países asiáticos atesoraban sus propias tradiciones y concepciones sobre los niños prodigio, durante el siglo XX, con la creciente uniformización del mundo mediante los estándares occidentales, encontramos casos de niños prodigio asiáticos análogos a las celebridades infantiles que triunfaban en Europa y América. En esta entrada hablaremos de un pintor prodigioso de origen japonés, Haruo Shimada (1945-).

Desde que era un bebé al pequeño Haruo le gustaba dibujar con lápices de colores. A los tres años los cambió por las acuarelas y al año siguiente empezó a experimentar con el óleo, consiguiendo resultados impresionantes. Hijo de empleados, su familia no tenía ninguna experiencia en el mundo del arte. Ante el talento demostrado por su retoño, los padres buscaron un maestro.

Shimada terminó bajo la tutela del reconocido pintor Kenzo Okada (1902-1982), quien por entonces enseñaba en diferentes establecimientos públicos en Tokio. Okada lo aceptó como alumno de su estudio de arte, donde asistían estudiantes de mediana edad de clases adineradas. Era la primera vez que Okada dejaba que un niño entrara en su estudio.

Mediante la dirección de Okada, Shimada empezó a ganar popularidad. Con solo cinco años aprendió a pintar desnudos. Sus obras eran de estilo modernista y mostraban gran sensibilidad y belleza. En esa época, ganó el primer premio de una competición en la cual se presentaron 10.000 participantes menores de 18 años de todo Japón. El impacto de la noticia fue tal que la revista Life le dedicó un pequeño reportaje. Según Shimada, su pintor preferido era Picasso, en sus palabras: “Es un artista al que puedo entender”. Su intención era estudiar en París y conocerlo.

En 1950 Kenzo Okada se mudó a Nueva York para proseguir con su carrera. A pesar de que Okada había recomendado a sus padres que lo inscribieran en una escuela especial para alumnos aventajados en el arte, su familia vio más conveniente inscribirlo en una escuela pública corriente. Durante la educación primaria, Shimada recibió un trato especial por parte de los profesores de arte, quienes le daban mejores papeles y pinceles que al resto de los alumnos y le puntuaban muy por encima de la nota máxima.

Al entrar en la escuela secundaria, un incidente cambió para siempre la relación que Shimada tenía con la pintura. Tras una clase, su profesor de arte le quitó una de sus pinturas para colgarla en una sala de la escuela. Lejos de verse alagado, Shimada sintió que le estaban arrancando una parte de sí y se negó a que se quedaran con su obra. El incidente tuvo un gran repercusión en una escuela disciplinada como la japonesa, donde la autoridad del maestro está por encima de todo. La mitad de cuerpo docente pidió que se expulsara a Shimada y su madre fue convocada varias veces en el instituto para hablar con el director. Finalmente, Shimada continuó con su educación, pero el impacto de ese incidente fue tal que decidió dejar de pintar a la edad de 13 años.

Con el tiempo, se graduó en economía y ejerció como profesor de universidad en Estados Unidos y consejero para el gobierno de Japón. En América se reunió de nuevo con su maestro, Kenzo Okada, quien no dudó en decirle que odiaba a los banqueros y los economistas. A los 60 años, a Shimada se le presentó una oportunidad para reconciliarse con la pintura. Junto con un compañero de negocios, Richard Collasse, hicieron la promesa de organizar una exposición donde Collasse se encargaría de los textos y Shimada de las ilustraciones.

Para ver las últimas obras de Haruo Shimada pinchar aquí.

Decidido a reconectar con su pasión por los pinceles, Shimada reconvirtió su casa de vacaciones en la península de Izu en un estudio de arte, donde guiado por el consejo de un médico (tal vez un psicoanalista) empezó a pintar al óleo “los paisajes de [su] corazón”. En 2006, casi 50 años después de que Shimada abandonara la pintura, se inauguró su primera exposición bajo el título de “À la recherche du temps perdu (En búsqueda del tiempo perdido)”, en reminiscencia a la obra homónima del escritor francés Marcel Proust. En su página web personal, Shimada explica que la exposición representa un primer paso en su “nueva vida” y da las gracias a todos aquellos que lo han animado a perseguir su sueño a lo largo del camino.

Saber más:

• Haruo Shimada, “A search for the lost time”.
• “A precocious Jap artist”, Life, 23 January 1950, p. 104.
• “Jap boy artist”, Pix, 29 December 1951, p. 28.
• Sakurai, Josephine, “Kenzo Okada: Intuitive painter”, Scene, vol. 5, n. 12, 1954, pp. 33-34.

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