Precocidad y deporte: los Aquatots

Los recientes juegos olímpicos de Tokio nos han dejado con varias noticias sobre jovencísimos campeones, sobre todo en las nuevas modalidades de monopatín y escalada. A pesar de que la idea del niño prodigio se ha asociado tradicionalmente al mundo de las artes, dominios como el deporte se han visto seducidos por la espectacularidad de la precocidad. En entradas anteriores hemos comentado varios casos de niños y niñas prodigio del ajedrez, sin duda el deporte que más se ha visto influido por esta clase de arquetipo infantil. En esta entrada nos ocuparemos de quienes fueron los nadadores más precoces y mediáticos del siglo XX: los Aquatots.

El dúo de los Aquatots estuvo formado por dos estadounidenses, Russell Tongay (1945-?) (conocido como “Bubba”) y su hermana Kathy (1947-1953). Su padre, Russell, un guardacostas y profesor de natación, empezó a entrenarlos desde que eran unos bebés. Con menos de un año de edad, antes de aprender a andar, podían nadar varios cientos de metros sin dificultad. A los cuatro años, eran capaces de saltar de cabeza de un trampolín de nueve metros de altura y de nadar varios quilómetros.

En 1950, su padre empezó a exhibir a sus hijos en un espectáculo en el río Mississippi en donde los niños nadaban tras él, montado en una barca. Kathy, de dos años, recorría un total de 8 quilómetros, mientras su hermano Bubba, de cuatro años, llegaba a nadar 35 quilómetros. Durante todo ese tiempo fueron alimentados con comida para bebés, ya que según su padre les mantenía delgados, condición óptima para el nado.

En junio de 1951, el padre de los Aquatots decidió dirigirse a Europa con la intención de que sus hijos cruzaran a nado el Canal de la Mancha entre Francia y el Reino Unido. En la prensa, cartas de indignación tildaron a los Tongay de explotadores infantiles. Nada más llegar a Londres, las autoridades arrestaron a los padres para impedirles llevar a cabo sus planes. Finalmente, fueron autorizados a permanecer en el Reino Unido durante un mes siempre y cuando las actividades de sus hijos en el agua fueran simplemente recreativas y no lucrativas.

Su intento por cruzar el canal desde el lado francés también fue infructuoso. Nada más descender del avión la policía francesa les trasladó la noticia de que no podrían permanecer en territorio francés a menos que renunciaran a su hazaña. La familia Tongay se vio denegado el visado por las autoridades francesas, quienes juzgaron su propósito como una forma de abuso infantil. De poco sirvieron las quejas del padre en el consulado de Estados Unidos.

De retorno a Miami, su lugar de residencia, Russell Tongay continuó exhibiendo a sus hijos en peligrosos espectáculos de trampolín y de nado. Gracias a su fama, Bubba y Kathy actuaron en una película e hicieron cameos en varios espectáculos, además de continuar con sus propias demostraciones. Sin embargo, en la primavera de 1953 la prensa anunció la trágica muerte de Kathy, a la edad de tan solo cinco años. Su padre dijo ser el “responsable moral” de su muerte al haber hecho saltar la pequeña de un trampolín de 11 metros sin percatarse de que se había hecho daño.

La investigación policial reveló que, tras el salto fallido, Russell Tongay había obligado a nadar a Kathy contra su voluntad y posiblemente la había golpeado. La autopsia mostró que la niña había muerto por ruptura del intestino y hemorragia interna. Además, la investigación halló que el primer hijo de los Tongay había muerto a los 18 meses mientras su padre intentaba enseñarle a nadar en la bañera. Russell Tongay fue condenado a diez años de cárcel por el homicidio de Kathy y se le negó la custodia de Bubba, quien en la edad adulta se convirtió en una agente de la patrulla de la playa de Miami.

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