El primer director de orquesta infantil: Willy Ferrero

La dirección de orquesta tal y como la conocemos hoy en día es un fenómeno bastante nuevo. Durante siglos, la dirección de los músicos fue cosa del concertino o de un pianista. La batuta, de hecho, es una evolución del arco del violín que empezaron a usar algunos compositores en el siglo XIX para dirigir orquestas cada vez más grandes y composiciones más complejas, a nivel del ritmo y la expresividad. No será hasta finales de ese siglo que la figura del director de orquesta se empezará a distinguir de la del compositor para dar lugar a una categoría aparte. Este hecho facilitó que, desde principios del siglo XX, se desarrollara su “versión en miniatura”, encarnada por niños prodigio que colonizaron este nuevo campo.

Es importante distinguir entre los primeros niños que dirigieron orquestas y los primeros directores de orquesta infantiles. A lo largo del siglo XIX, encontramos algunos casos de niños que se pusieron delante de una orquesta, a veces incluso con las primeras batutas en la mano; sin embargo, la dirección no era su principal punto de interés, ni lo que distinguía su carrera profesional, sino un talento adicional que se sumaba a aquello que les daba renombre. Ya en 1822, el compositor Felix Mendelssohn (1809-1847), de 13 años, dirigía la orquesta de su padre en su casa de Berlín de pie sobre un taburete, pero no fue hasta 1829, con 20 años, cuando debutó en público dirigiendo La Pasión según San Mateo de Bach.

Para encontrar casos de niños dirigiendo grandes orquestas en público tenemos que remontarnos hasta la década de 1890. El pianista Raoul Koczalski (1884-1948), nacido en Varsovia, empezó a dar conciertos a los cuatro años y se convirtió en un virtuoso y compositor. A los nueve, tuvo la oportunidad de dirigir su propia Leyenda Sinfónica Op. 53 en Alemania. Como los músicos no llegaban a verle, tuvo que fabricarse un podio muy alto para ese “director liliputiense”.

Otro ejemplo es el del violinista catalán Joan Manén (1883-1971). En 1894, se organizó un concierto en el Teatro Pavret, el más grande de La Habana, donde Manén dirigió un coro de 200 interpretando ¡Gloria a España! del compositor Josep Anselm Clavé. El relato de Manén sobre la velada demuestra que no había recibido ninguna formación para dirigir antes de ese día y que salió airoso gracias a la profesionalidad de los intérpretes. En palabras de Manén, su ejecución nunca superó la de un “mediocre batteur de mesure”, expresión francesa usada para designar a los directores de la Ópera de París encargados de producir un golpe audible para marcar el ritmo a los coros y los bailarines, mientras que la orquesta era dirigida por el concertino. A pesar de todos sus errores, esa noche Manén ganó más dinero que con sus conciertos como virtuoso del violín. Ver a un niño dirigir era algo inédito y, como tal, fue bien recompensado.

A principios del siglo XX nos encontramos con los primeros directores de orquesta infantiles, es decir, niños conocidos principal o exclusivamente por sus dotes de dirección. La mayoría empezaron su carrera en cabarés y salas de música popular. En la década de 1910 se observa un claro interés por esta nueva clase de niño prodigio. El caso paradigmático fue el del italiano Willy Ferrero (1906-1954). 

Su caso es relevante por varias razones. En primer lugar, fue el primer niño conocido exclusivamente por dirigir orquestas. Además, fue uno de los directores más jóvenes que jamás han existido, ya que debutó con solo cuatro años. Desde entonces, cada vez que aparece un nuevo caso de maestro infantil se afirma que es el más joven de la historia, pero no debemos dejarnos engañar por este eslogan publicitario. Por último, y lo que es más importante, se convirtió en el primer niño en dirigir orquestas sinfónicas con asiduidad.

El padre de Willy Ferrero era un payaso, tocaba varios instrumentos y actuaba en circos y casinos. Willy nació en Estados Unidos durante una de las giras de la familia. Según sus propios recuerdos, le fascinaban los directores de las bandas que actuaban en estos espectáculos e imitaba sus gestos con una cuchara. El padre se dio cuenta de sus habilidades y comenzó a entrenarlo con un gramófono. 

De vuelta a Turín, la ciudad de origen de los Ferrero, Willy se incorporó al negocio familiar actuando como director de orquesta en casinos y salones de música popular. A principios de 1911, debutó en el Palais de Cristal de Marsella, donde se fijó en él el director del Folies Bergère de París, el templo de los cabarés. Ferrero llegó a la capital francesa en febrero con un espectáculo que consistía en dirigir piezas de Sousa y Delibes con una orquesta de 80 músicos. Su éxito fue tal que permaneció en el Folies Bergère durante cinco meses y fue invitado a dirigir en un par de galas benéficas en el Trocadéro (el actual Palais de Chaillot), con capacidad para casi 5.000 asientos. Su actuación allí dejó una magnífica impresión en el compositor Jules Massenet.

A partir de entonces, la carrera de Ferrero fue imparable. Cambió los cabarés por los teatros de la ópera y las bandas de los casinos por las orquestas sinfónicas, siempre bajo la tutela de su padre. Para preparar al público para esta transición, en una entrevista contó que prefería los conciertos clásicos a los valses y las canciones populares, y mencionó que su padre le había enseñado a dirigir “La Danza de Anitra” de Peer Gynt, de Grieg. 

De vuelta a Italia, dirigió su primer concierto sinfónico en el Costanzi de Roma con solo seis años, tras lo cual el compositor Giacomo Puccini se convirtió en su admirador. Al contrario que en los cabarés, Ferrero tuvo que enfrentarse a la rebeldía de los músicos, que al principio no querían ser dirigidos por un niño. Algunos incluso cometían errores a propósito para ver si el chico se daba cuenta de ellos; pero, según Willy, tras corregirlos a la primera se ganó su respeto. 

En 1913, además de realizar giras por toda Italia, Ferrero dirigió la Nueva Orquesta Sinfónica en el Albert Hall de Londres, y la Orquesta Imperial en el Palacio de Alejandro en Rusia bajo la invitación del Zar. El programa de estos conciertos incluía compositores como Mozart (Sinfonía n. 35), Berlioz (Marcha húngara), Boccherini (Minueto célebre), Wagner (Tannhaüser Ouverture) y Rossini (Guillaume Tell), un clásico entre los directores de orquesta infantiles. En la mayoría de estos conciertos, la distribución de la orquesta cambiaba para permitir que Ferrero estuviera de cara al público de pie en un podio muy alto para que todos lo vieran. Está claro que el punto de atracción era el niño, que no sabía leer una partitura y dirigía siempre de memoria. 

Cuando Willy Ferrero tenía alrededor de 15 años, se benefició de un periodo de estudios en Viena, bajo la tutela del compositor Max Springer y del director de orquesta Ferdinand Löwe, y gracias al patrocinio de mecenas y de la reina Margarita de Saboya. En 1925, su concierto de regreso en el Augusteo de Roma como ex-prodigio fue recibido con entusiasmo. La prensa destacó su evolución hacia un intérprete más maduro y reflexivo y anunció su consagración como maestro, pero el éxito inicial no duró. 

No muchos directores de orquesta infantiles tuvieron una carrera relevante en su edad adulta, con excepciones como las de Lorin Maazel, Piero Gamba y Roberto Benzi. Esto se explica en parte por las dificultades para conseguir puestos de director de orquesta, un hecho con el que incluso los directores más experimentados sufren. Al final, Willy Ferrero dirigió orquestas para la radio, colaboró con la industria cinematográfica, incluidos directores como Luchino Visconti, y ofreció algunos conciertos sinfónicos en Italia y Rusia (dadas sus afinidades comunistas). Aunque siguió siendo muy conocido en su país, su fama internacional se asocia a sus primeros años como niño prodigio.

Saber más:

• Adam Carse, The Orchestra from Beethoven to Berlioz: A History of the Orchestra in the First Half of the 19th Century, and of the Development of the Orchestral Baton-conducting (New York: Broude Brothers, 1949).
• Elliott W. Galkin, A History of Orchestral Conducting in Theory and Practice (New York, Pendragon Press, 1988).
• Christopher Howell, “Forgotten Artists. 26. Willy Ferrero (1906-1954)”, MusicWeb International, 2018.

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